Aprovechando
que el día 29 de mayo era Martes de Campo, cogimos un superpuente y nos fuimos
de viaje a Portugal, una ruta que hacía tiempo habíamos proyectado: por la
región de Beira.
Salimos el
sábado ; íbamos Oscar, Pablo, Orfe, María y yo. Nuestra primera parada, en
Villamanín para desayunar y después a comer en Perdigón, Zamora, en el mesón
del Labrador. Aquí nos encontramos con un grupo de Avilés que celebraban una
despedida de solteros, de bodega en bodega.
Después de
reposar la comida, seguimos hacia Fuentes de Oñoro en la frontera y
aprovechamos para llenar los depósitos, porque en Portugal, no está
precisamente barata la gasolina.
Nuestra
primera visita fue a la villa fortificada de Almeida a unos 7 km. de la
frontera. Sus murallas y todo el complejo defensivo, son espectaculares. Vista
desde el cielo, la fortaleza, declarada Monumento Nacional, tiene el aspecto de
una estrella de doce puntas, de unos 2,5 km de perímetro. En sus murallas
destacan 6 baluartes perfectamente conservados. Se puede acceder a la villa por
dos puertas: la de Santo Antonio en el norte y la de San Francisco o Puerta de
la Cruz.
(Imagen tomada de Internet)
Es una de
las fortalezas más interesantes, porque se observa muy bien la técnica del
hexágono del ingeniero militar de Luis XIV, Vauban. Cada ángulo del polígono es
un baluarte en forma de lanza y entre ellos se elevan otros más pequeños, los
revellines. Esta configuración en estrella, permitía hacer el cruce de tiro
durante la guerra.
En lo más
alto de la villa están la Iglesia con la Torre del reloj y el depósito de agua
y a lo largo de la villa calles y rincones muy bonitos.
En uno de
los baluartes, está situado O Picadeiro D´el Rey, originalmente una oficina de
artillería del siglo XVII, y ahora una picadero.
Después de
disfrutar por las calles de Almeida, seguimos hacia Covilha, donde teníamos el
hotel y que sería nuestra base de operaciones: el Hotel Santa Eufemia.
Covilha es
la Puerta de la Serra da Estrela ; es una ciudad universitaria, que está en una
colina y cuya diferencia de altitud se traduce en miles de cuestas empinadas y
escaleras para acceder de la parte más vieja en la zona alta a la nueva en la
zona baja.
En el corazón de la ciudad está la PlaÇa do Municipio, donde
antiguamente hubo un Pelourinho, columna donde se exponía a los detenidos por crímenes o
robos.
Frente al Ayuntamiento está la Iglesia de la Misericordia y a
un lado el teatro.
En la zona sur está la zona
verde más grande de la ciudad: el jardín del Lago.
Y también el Serra Shopping
Center, donde cenamos esa noche.
Al día siguiente, tras un desayuno contundente, nos dirigimos
a la Serra da Estrela, conocida como “el tejado de Portugal”, la más occidental
del Sistema Central, que forma parte del Parque Natural del mismo nombre, la
mayor área protegida del país.
El origen de la zona es glaciar y en el paisaje predomina el
granito, erosionado por la acción de los glaciares. Además es el lugar de
nacimiento de los principales ríos portugueses. Hay multitud de lagunas y lagos
y Torre (1993 m. ), es su máxima altura y la máxima del Portugal continental.
En lo más alto, están: la estación de esquí Vodafone, un
vértice geodésico que hace que la altura llegue a los 2000 m, una torre que
sirve de oficina de Turismo, los antiguos radares de la Otan y varias tiendas
donde se venden productos típicos de la región. Los alojamientos más cercanos
están subiendo , a 10 minutos, en Penhas da Saúde.
Estuvimos paseando por
las alturas y Oscar no pudo resistir la tentación de estrenar un nevero que quedaba
todavía y que casi hace que lo “perdamos”, deslizándose hacia un pequeño
precipicio.
A la bajada paramos en el mirador de Nostra Senhora da Boa Estrela, tallada en
bajo relieve sobre la roca, de 7 m. de altura, como homenaje a la Santa
protectora de los pastores. Había una subida muy pendiente y de varios
escalones para llegar hasta allí y solo
María se decidió a subir, porque el calor sacó la parte más vaga de nosotros.
Alrededor, todo columnas de granito, redondeadas por la erosión del viento.
Volvimos a Covilha, donde había mercadillo, dimos un pequeño
paseo y Oscar dudó si llevarse una moto que había, para Pepe…
Como ya era hora de comer , fuimos hasta Tortosendo, a las
afueras de Covilha, a la Quinta Da Hera, que nos habían recomendado. Un
restaurante moderno, dentro de una quinta llena de jardines, y rincones
preciosos, con un servicio de gran calidad. No solo disfrutamos de la comida,
sinó del vino verde y del fantástico bufete de postres…
Después de comer salimos a la terraza a disfrutar del café ,
mientras María descubría los rincones de la Quinta.
Está situada en la vertiente del Mons Sanctus de 758 m. de
altura. Encarna lo más auténtico del alma portuguesa por sus tradiciones, su
ubicación y el carácter de sus gentes, muy agradables, como pudimos comprobar.
A la entrada encontramos la iglesia de San salvador.
Su castillo, reconstruído por los templarios en el siglo XII,
corona el pueblo y a su alrededor cubriendo las laderas, las típicas casas que
aprovechan los pedruscos de granito para sus paredes de piedra ; en algunos casos un único bloque
forma el tejado por lo que se dice que las casas son de “una sola teja”; las
sinuosas calles empedradas hacen difícil la subida hasta él, que tiene su recompensa
al llegar a uno de los miradores más espectaculares de la región.
Subiendo encontramos entre otras cosas, la Fuente do
Ferreiro, en cuya placa dice que “ el agua de esta fuente ha quitado la sed a
oscuros héroes”. También una gruta, un horno y algún restaurante.
El castillo conserva sus murallas, el patio de armas y dos
torreones. Dentro de las murallas, está la Iglesia de Santa María do Castelo,
reconstruída sobre otro antiguo edificio religioso de los templarios. Tiene dos
puertas, la de la Traición y la Principal y se levanta de forma irregular,
inclinado sobre las rocas.
Hay también un enorme
vértice geodésico, una cisterna, la Torre del Homenaje y la Casa de los
Gobernadores.
Aquí parece que el espíritu de algún sanguinario caballero se
apoderó de nosotros a juzgar por el comportamiento de algunos…
En el exterior, está la Capilla de San Miguel , románica del
siglo XII, con su torre separada, sin techo, con los canecillos medio borrados
por la erosión, su portada de arcos de medio punto y a su alrededor varias
tumbas antropomorfas, donde enterraban a los caballeros en tiempos de la
Reconquista. La verdad por el tamaño, no parecían muy grandes…
Pero como ya dije, lo mejor las vistas.
Una señora del pueblo nos contó su leyenda: la población
resistió un largo asedio de 7 años, no está claro si de los romanos o los árabes;
sus habitantes, ya sin alimentos, lanzaron
a sus sitiadores una ternera bien cebada y éstos convencidos de que
tenían una buena despensa, levantaron el cerco. Esto se conmemora en la Fiesta
de la Santa Cruz, donde unas muñecas hechas a partir de una cruz y vestidas con
telas de colores, las marafonas, se llevan a la Iglesia. Las gentes del pueblo
las confeccionan artesanalmente y las venden por las calles.
Por fin nos despedimos de Monsanto, recordando el dicho
popular: ”Nunca se sabe en Monsanto, donde las águilas rozan con las alas, si
la casa nace de la roca, si la roca nace
de la casa”.
Como llegamos tarde y aquí todo cierra temprano, nos
acostamos sin cenar. Así que al día siguiente, el desayuno fue doble.
Nos dirigimos hacia Aveiro, la llamada “Venecia Portuguesa”;
Es una Mini-Venecia por sus canales que atraviesan el centro de la ciudad
dándole una gran belleza, junto con el barrio viejo de “Beira Mar”, que alberga
la esencia de la historia de la ciudad, donde se conservan las tradicionales
casas de los pescadores y los almacenes de sal de la Ría. El aire antiguo de la
ciudad, se mezcla con la modernidad de la vida universitaria.
La ría de Aveiro, es una ría de la Costa Atlántica, que se
extiende paralela al océano, con casi 45 km. de longitud y 11 km. de anchura.
Surgió como resultado de haberse retirado el Océano con la consiguiente
formación de costas y litorales, a partir del siglo XVI…
Cuando llegamos, dimos primero un paseo por la Plaza de la
República, donde está el Ayuntamiento y
la Iglesia barroca de la Misericordia, con los clásicos azulejos. La nota
moderna la pone una estatua formada por caras del escultor Portugués, Luis
Queimadela. El suelo destaca por su decoración inspirada en el mar y la ría y
así es por las calles típicas, como nos fijamos paseando.
Después fuimos a ver el Canal Central, donde disfrutamos del
paisaje multicolor de los “moliceiros”, las embarcaciones típicas de aquí,
parecidas a las góndolas, que antiguamente servían para recolectar algas para
el ganado y para el abono. Las guía un “timoneiro” y actualmente se utilizan
para paseos turísticos.
Están decorados con escenas que hablan de la vida cotidiana,
a veces con un doble sentido, un poco picante…
Decidimos dejar el paseo en moliceiro, para después de la
comida, así que nos dirigimos hacia Costa Nova Do Prado, a unos 12 km., un
pueblo con un encanto especial, que le dan los “palheiros”,casas que los
pescadores construían para guardar sus aperos y que ahora son restaurantes
especializados en pescado o utilizan de
vivienda los turistas, pintadas con
rayas verticales de colores vivos.
Comimos frente al Paseo Marítimo, en la Canastra O Fidalgo y
después dimos un pequeño paseo hasta la playa, un extenso arenal, salpicado de
dunas, que tiene el mar por un lado y la ría por el otro.
Desde aquí divisamos
el faro de Aveiro, en la Praia da Barra, construido en 1893 y considerado con
sus 62 m. uno de los más altos del mundo. Está pintado con franjas horizontales
rojas y blancas y es uno de los símbolos de la playa.
También se ve la Iglesia
de la Sra. De ApresentaÇao, a la entrada del barrio de pescadores, con forma de
hexágono y su torre separada, que destaca en el paisaje.
Había muchas playas cerca ,
pero ya era hora de volver para nuestro paseo por la ría.
Nuestro guía era muy
agradable y los 45 minutos del viaje, se hicieron todavía más divertidos.
Salimos del Canal Central
y enseguida vemos la antigua Capitanía, que comenzó como un molino de marea y
ahora es el Salón de la Asamblea.
Llegamos al Canal do Cojo y vemos de frente,
la antigua fábrica de cerámica tras los Cais de Fonte Nova (muelle), hoy centro cultural de Congresos y a un lado, el llamativo Hotel
Meliá Ría
Damos la vuelta y volvemos
atrás, hacia el Canal das Pirámides. A un lado queda la antigua casa de verano
del dictador Salazar.
Después seguimos por Canal
Sao Roque, dejando atrás el pequeño Cais Mercanteis.
A lo lejos ya se divisa el
puente circular peatonal, diseñado mediante un círculo de 26 m. de
circunferencia, y situado en la confluencia de los canales Botiroes y San
Roque.
Pasamos bajo el Puente Dos Carcavelos, punto de unión entre
las salinas y los almacenes de sal para salvar el canal de San Roque. Todavía
queda una salinera en las orillas en funcionamiento. El actual puente tiene un
diseño parecido a los antiguos venecianos, y está decorado con azulejería
portuguesa y el escudo de la ciudad.
Damos de nuevo la vuelta cuando llegamos a unas esclusas.
Creo que antes el viaje era más largo, aunque también más caro. Dejamos a un
lado el Cais dos Botiroes, la zona más vieja,en el barrio de Beira Mar, con sus
casas de gran colorido y volvemos de nuevo al Canal Central.
Ahora paseamos por la calles, admirando los edificios Art
Nouveau, como la Casa Do Major Pessoa,
las casas de pescadores con los
azulejos distintivos de toda la ciudad, las Iglesias, teatros…y las múltiples
confiterías que venden los “ovos moles”, el dulce típico Aveirense.
Nuestra intención era visitar desde aquí Coimbra u Oporto,
pero se nos iba a hacer muy tarde, así que volvimos hacia atrás para conocer
Guarda, la ciudad más alta de Portugal, fundada por el rey D. Sancho I en 1199
a la que otorgó estatus de ciudad.
Desde lejos ya podemos admirar una vista de toda la ciudad
cuyo casco urbano ocupa ya casi todo el monte que le sirvió de defensa natural
contra los diferentes invasores. Es una ciudad llena de callejuelas medievales empinadas
y estrechas.
Aparcamos en la Rua Alves RoÇadas y María aprovechó para
visitar la Iglesia de la Misericordia, barroca del siglo XVIII, de fachada
blanca y con varios altares inconfundiblemente portugueses.
Nos acercamos a la entrada a la judería, pero decidimos
seguir hacia la Plaza Vieja, rodeada de edificios con soportales, con grandes
escudos nobiliarios, y destacando la imponente Catedral gótica (s XIV-XVI), descrita
como una gran “Sinfonía de Piedra”. Desde lejos se confunde con un castillo.
Empezaba a oscurecer, así que buscamos un sitio para cenar y
descubrimos “A Floresta”, con una decoración muy guapa y donde nos llamó la
atención una factura enmarcada con un montón de años…De hecho es un restaurante
familiar, de comida típica portuguesa, que presume de ser el mas antiguo.
Cenamos muy bien y volvimos a Covilha, donde estuvimos viendo
las fotos en el hotel.
Al día siguiente, tras el desayuno de rigor, comenzamos el
viaje de vuelta haciendo la primera parada en Ciudad Rodrigo, ya dentro de
España, declarada Conjunto Histórico-Artístico. Es también una ciudad
amurallada por su condición de ciudad fronteriza. El perímetro de su muralla supera los 2 km. y
conserva 7 puertas de las 8 originales. Se conserva prácticamente intacta con
sus fosos, cañoneras,etc.
Cuando llegamos había mercado y aparcamos en el patio del
antiguo cuartel de artillería, junto al Centro de Interpretación de la Ruta de
las Fortificaciones, y nos mezclamos entre la gente .
Primero paseamos por la Plaza Mayor, con el Ayuntamiento en
un extremo, renacentista del siglo XVI y llena de Palacios y casonas, como la
Casa del Marqués de Cerralbo, con un friso plateresco que recorre su fachada,
medallones pétreos y escudos de armas. Y
la Antigua Audiencia y cárcel, ahora un hostal.
En la esquina se ve la Iglesia de la Tercera Orden,
relacionada con los Templarios.
Seguimos
hacia la catedral de Nuestra Señora de Santa María, una joya construída a
caballo entre el románico y el gótico.
Pero hay
varias Iglesias diseminadas por la ciudad, rivalizando con la Catedral, como la
Capilla de Cerralbo, cerca de la Plaza del Buen Alcalde, donde había un mercado
y estuvimos paseando un rato.
Seguimos
caminando y pasamos ante la Casa de los Vazquez del siglo XVI, ahora Correos y
por último salimos por un lado de la muralla para volver, que se nos hacía
tarde.
Decidimos
continuar hasta Villamanín, para darnos un homenaje de comida-merienda y
después de reposar, continuamos hasta Oviedo, a la “sede social”, para comentar
un poco nuestro viaje.
En total,
fueron unos 1700 km, bien aprovechados, aunque como siempre, quedaron cosas sin
ver…En otra ocasión…
Para ver el resto de las fotos pinche en la foto pequeña :
Picasa Portugal |