domingo, 30 de mayo de 2010

DESDE OVIEDO A FONSAGRADA

Habíamos quedado a las 11 de la mañana en La Gruta; No sabíamos cuántos seríamos, pero al fin nos reunimos Oscar, Pando, Pablo, Casas, María y yo.



Un poco más tarde de las 11, salimos de Oviedo, dirección Cangas, por el corredor del Narcea. Estuvimos a punto de dar la vuelta porque estaba muy nublado e incluso el orbayu hizo acto de presencia. Pero las imágenes del pulpo llamándonos como cantos de sirena, nos decidieron a seguir y ya en Cangas, comenzó a clarear; así que desde allí, tras despedirnos de Casas que tenía un “compromiso laboral”, nos desviamos hacia el Pozo de las Mujeres Muertas, señalizado como Ruta de los Puertos, con una carretera ancha y de buen firme, donde pudimos dar rienda suelta a nuestras ansias moteras.



Cuando llegamos arriba, a 1098 m., paramos para recrearnos con las fantásticas vistas y estirar las piernas, amén de satisfacer otras necesidades fisiológicas y después descendimos hasta san Antolín de Ibias.

Aquí ya había salido el sol y decidimos tomar un pequeño refrigerio en el Restaurante Leiguarda , mientras María plasmaba el pueblo en fotografías. Enclavado en un valle y rodeado de montañas, fue premiado con el Príncipe de Asturias al pueblo ejemplar en 1999, y tiene una Iglesia románica del siglo XIII.






Ya sólo quedaban 45 kms. para Fonsagrada, por una carretera comarcal, pero con un paisaje impresionante: la carretera sube rápidamente dejando abajo el embalse del río Ibias, todo rodeado de bosques de pinos y con unas vistas al valle y a las montañas del fondo, muy difíciles de describir.



Al poco tiempo llegamos a A Fonsagrada y nos dirigimos al Restaurante A Caldeira, que María y yo conocíamos ya. Oscar se encontró con un conocido que nos invitó al primer Ribeiro para ir caldeando el estómago. Enseguida nos sentamos a comer: unas costillitas de cordero con patatinas, chipirones y sobre todo, pulpo en gran cantidad, tanta, que nos tuvimos que “pelear” con él, para terminarlo; aún así, pedimos el postre por el que son muy famosos, y que estaba inmejorable: flan de queso; todo regado con Ribeiro y como colofón, el café y chupito de crema de orujo.



Después de reposar bien la “frugal” comida, nos dirigimos a la entrada del pueblo para coger una carretera muy estrecha que nos llevaba a Vilagocende. Nos dirigíamos a ver la seimeira o cascada, una de las razones de nuestro viaje ( la otra creo que quedó claro que era el “octopus”, ¿ o no ¿). Tras preguntar a una lugareña, nos desviamos por un tramo de tierra muy estrecho y enseguida divisamos el puente que nos iba a llevar hasta la cascada; el río Porteliña se desploma por un desnivel de 50 m. de altura, casi completamente vertical, que hace que esta cascada sea probablemente, la más alta de Galicia. Un espectáculo visual y de sonido maravilloso, aunque a alguno ya le daban mareos, de pensar en el camino de vuelta que nos quedaba.



Aquí surge el primer contratiempo: a Pando se le fue la moto al salir a la carretera al no poder sujetarla debido a un lumbago cansino que le acompañó todo el camino; pero afortunadamente, sólo fue un susto.

Decidimos volver por el Puerto del Acebo ( 1030 m. ), hacia Grandas de Salime y allí nos detuvimos de nuevo, para tomarnos unos algos y descansar. Todavía quedaba mucho camino, así que seguimos viaje a través de Pesoz, San Martín y Villanueva de Oscos, y Vegadeo.



De nuevo parada para repostar y ayudar a un Madrileño al que el “tontón” se le había vuelto loco y le decía que ya estaba en El Ferrol.

Segundo incidente: perdimos a Pablo, pero fue solo un despiste. Una vez reagrupados, llegamos a Oviedo de un tirón, cansadísimos, con los huesos descolocados, pero encantados…Y ES QUE SARNA CON GUSTO, NO PICA…

¿Había dicho ya que el pulpo estaba pa empezar y no parar de bueno?...Por si acaso, ahí queda dicho…

El resto de las fotos pinchar en el cuadro

Oviedo-Fonsagrada



Oviedo-Fonsagrada